Religión, torturas y canto, son los tres pilares que componen la particular historia que llevó a que el 22 de noviembre fuera instaurado como el Día de la Música.
El origen de la conmemoración se remonta a mucho tiempo atrás. A finales del segundo siglo después del nacimiento de Cristo -cuando la religión cristiana no era aún aceptada en el Imperio Romano- una joven devota llamada Cecilia fue obligada a casarse con un pagano, Valeriano. Luego de bautizarse, el esposo adoptó la fe católica.

Sin embargo, un tiempo después Valeriano fue arrestado y obligado a rechazar las creencias cristianas. Tras su negativa, fue torturado y condenado a muerte. Cecilia corrió con la misma suerte. La mujer también se negó a adorar a otros dioses y mientras era torturada cantó alabanzas a su dios.
Cecilia no abandonó su cantos de fe y el 22 de noviembre del año 230, el alcalde romano Almaquio ordenó que le cortaran la cabeza.
Unos 100 años después, Roma comenzó a aceptar la religión católica. Finalmente, en 1954, en conmemoración a los cantos de alabanza de Cecilia, el Papa Gregorio XIII la nombró como patrona de todos los músicos.